Estamos tan acostumbrados a esta imagen que ya ni la vemos, o la vemos, como me pasa a mí, pero prefiero girar la cabeza y mirar para otro lado.
A mis hijas suelo decirles que es mejor no dar dinero a la gente que pide en la calle pues no lo gastan en lo que debieran y es mejor orientarles a que vayan a Cáritas, la cocina económica a cualquier otras institución que pueda atenderles... y dar allí el dinero que a ellos directamente.
Esta es la teoría. Sin embargo, por otro lado, no quiero ahogar esa sensibilidad que tienen (sobre todo una de mis hijas) que se apenan por el otro, que tienen aún los ojos abiertos y no giran la cabeza, que tienen un deseo real y puro de ayudar a esa persona que siente necesidad.
Hoy nos encontramos a una de tantas mujeres en el suelo (y hoy hacía realmente frío en Santander) e Irene me miró con esos ojitos diciendo:
- Me da tanta pena verla así que me dan ganas de darle una moneda (porque ya sabe lo que siempre le digo de darles monedas, aunque al final siempre caigamos y les demos algo...)
- A mí también me da mucha pena.
- ¿Y si le doy mis Mikado? ¿Tú crees que le gustarán?
- Seguro que sí, anda, corre a dárselos.
Y allí fue a dárselos. A la mujer se le iluminó la cara y le plantó un par de besos que hicieron que casi se me saltaran las lágrimas.
"En verdad les digo que si no se convierten y se hacen como niños,
no entrarán en el reino de los cielos"
Señor, hazme niña.