Estamos tan acostumbrados a esta imagen que ya ni la vemos, o la vemos, como me pasa a mí, pero prefiero girar la cabeza y mirar para otro lado.
A mis hijas suelo decirles que es mejor no dar dinero a la gente que pide en la calle pues no lo gastan en lo que debieran y es mejor orientarles a que vayan a Cáritas, la cocina económica a cualquier otras institución que pueda atenderles... y dar allí el dinero que a ellos directamente.
Esta es la teoría. Sin embargo, por otro lado, no quiero ahogar esa sensibilidad que tienen (sobre todo una de mis hijas) que se apenan por el otro, que tienen aún los ojos abiertos y no giran la cabeza, que tienen un deseo real y puro de ayudar a esa persona que siente necesidad.
Hoy nos encontramos a una de tantas mujeres en el suelo (y hoy hacía realmente frío en Santander) e Irene me miró con esos ojitos diciendo:
- Me da tanta pena verla así que me dan ganas de darle una moneda (porque ya sabe lo que siempre le digo de darles monedas, aunque al final siempre caigamos y les demos algo...)
- A mí también me da mucha pena.
- ¿Y si le doy mis Mikado? ¿Tú crees que le gustarán?
- Seguro que sí, anda, corre a dárselos.
Y allí fue a dárselos. A la mujer se le iluminó la cara y le plantó un par de besos que hicieron que casi se me saltaran las lágrimas.
"En verdad les digo que si no se convierten y se hacen como niños,
no entrarán en el reino de los cielos"
Señor, hazme niña.
10 comentarios:
La verdad es que no se sabe como acertar porque si les das dinero siempre te queda la duda de en qué lo empleará pero no darles nada... claroq ue tampoco puedes dar a todo el mundo... Un gran detalle el de tu niña con la suerte de ser bien recibido
Pero que bonito. Se me han saltado a mi las lágrimas solo de leerlo. A mi también se me hace un nudo en la garganta cada vez que paso por al lado de alguien pidiendo. Me avergüenza incluso no darles una moneda, pero es lo que tú dices, no sabes si lo va a gastar en bebida u otra cosa.
Mi suegro un día le ofreció un desayuno a uno que pedía limosna y le dijo que no, que prefería el dinero que costaba el desayuno. Hay de todo.
Un besito!
La verdad es que estamos mal acostumbrados. Ya se nos hace habitual ver a gente rebuscando en la basura, o tirada en la calle.
Es como si formaran parte del paisaje urbano.
Lo más curioso y feo que me ha pasado en ese sentido fue en Buenos Aires. Allá están acostumbrados a un grado de pobreza en la calle que nosotros no conocemos y espero que no lleguemos a conocer.
Iba andando por una Avenida muy concurrida, y de una zona importante de la Capital Federal, y vi a un niño de unos siete años tirado en la calle, a un lado. La gente pasaba por el lado como si fuese una caja. El amigo porteño con quien iba, también, y se lo hice notar parándolo repentinamente y alucinada. Me dijo que no le chocaba porque allí son muy comunes. Hay bandas de niños-delincuentes que suelen ser hijos de drogadictos, borrachos y gente suburbial que no se ocupan de ellos, y acostumbran a robar, a pedir y suelen ir "colocados", a esas edades, con pegamento. Hay algunas asociaciones que se preocupan por sacarlos de la calle, pero es difícil.
Por supuesto, yo no me fui de allí hasta que no llamamos y esperamos la llegada de alguien de una de esas asociaciones para asegurarse de que el niño estaba bien, de que lo llevara y lo supervisara. Aunque poco a poco empecé a visualizar a otros peques que iban apareciendo a ver qué le pasaba a su compañero.
Pero con el tiempo, ya forman parte del paisaje y tampoco los ves.
Qué buena noticia saber que a nuestros peques aun no les pasa desapercibida esa pobreza. El gesto de tu hija fue hermoso.
muy bonito gesto el de tu hija, le alegró la vida a esa persona.
hubo un dibujante que por una serie de desgracias, incluyendo que se le quemó la casa, acabó en la calle y estuvo allí 15 años. ha publicado una novela autobiográfica de la que ya ha habido tres entregas: "miguel fuster - 15 años en la calle". te hace reflexionar sobre cómo los indigentes han sido personas como nosotros que un día cayeron en desgracia, y sobre muchas cosas más.
Qué inocentes y limpias tus niñas, qué sensibilidad. No como los adultos, que a fuerza de verlos a diario por las calles, nos hemos hecho indiferentes.
Fíjate que yo antes pensaba igual, que para qué darle una moneda si se lo va a gastar en vino. Pero la vida a veces te da lecciones y fue precisamente el dibujante que comenta Chema el que me hizo ver las cosas desde el otro punto de vista.
Conocimos a Miguel Fuster en en un Expocómic de hace 2 años y aunque había oído hablar de su libro y conocía su historia de pasada, tuve la oportunidad de conocerlo en persona y decidí comprar su libro. Quizás os suene porque hemos hablado de él en algunos blogs.
Además tuve la suerte de que me lo dedicó y charlé largo y tendido con él. Triste historia de quien lo tuvo todo, casa, comodidades, buen trabajo, y lo perdió todo por circunstancias de la vida. El cómic me impactó muchísimo y para mí es una joya. Tiene pasajes desgarradores y relata su dependencia del alcohol hasta límites impensables, como el día que no pudiendo disponer de dinero para su dosis de vino diaria, atormentado por la quemazón de la abstinencia, llegó a beber su propia orina para calmar ese apremio. Y queda claro que se entregan a la bebida para olvidar, y que aún siendo cnscientes de que es una solución absurda, necesitan olvidar esa realidad que les golpea cada día, la calle, la soledad...
En fin, que desde entonces, unas veces doy y otras no, pero nunca jamás en la vida me he vuelto a cuestionar si lo gastará en vino o no. Me siento mezquina por negarle ese vaso de vino si en realidad mi primer impulso fue entregarle una moneda. Contribuyo de ese modo a sostener esa dependencia, sé que es absurdo y que le hago un flaco favor, pero no soy quién para juzgar qué es lo que necesita en ese momento. Bastante cruz arrastra con vivir en la calle.
Lo malo de la indigencia es que es un arma de doble filo, te sientes bien cuando ayudas, del mismo modo que te sientes mal cuando no ayudas, cuando miras hacia otro lado e ignoras (Miguel recalcaba que eso era lo más doloroso, que era "menos difícil" aceptar un no, pero que dolía en el alma cuando ni le miraban a la cara, como si fuera un fantasma, porque ahí le negaban lo único que le quedaba: la existencia).
Supongo que es una actitud defensiva que todos adoptamos en algunas ocasiones. Mirar para oro lado. Avergonzados.
Oye, ya para terminar, me ha encantado el vídeo y reconozco que he llorado, imposible resistir las lágrimas. Qué bonito detalle el muchacho, y qué lástima la pobre mujer: "no sé qué pedir, no sé qué pedir". Entrañable aunque duro.
Menudo rollo he soltado.Soooorry
De rollo nada, me parece super interesante todo lo q comentáis, en concreto la historia de este autor q no conocía. Por desgracia, estos casos son cada vez más frecuentes y ya no es sólo gente marginal, drogadicta, etc, sino q a cualquiera de nosotros nos puede dar un revés la vida y vernos en esa situación...
Tienes un premio en mi blog, hermosa
Lo que me resulta tristísimo es ver a la gente rebuscando en los cubos de basura.
Y muy triste que los supermercados estropeen esa comida, que para muchos es un modo de subsistencia.
Y a mí se me saltaron las lágrimas leyendo esta entrada.. Ojalá nunca perdiéramos la inocencia, estoy segura que seríamos mucho más felices y haríamos más felices a los demás.
Besos!
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