Tarde de campamento

Hace tiempo que tengo ganas de colgar este post.
Fue una tarde de verano de esas en las que mi ordenador murió.
Una tarde que me recordó a los campamentos a los que solía ir cuando era niña, en los que había la típica gimcana en la que cuanto más te pringas pues mejor.
Allí nos reunimos padres, solteros, hijos, sacerdotes, novios, hermanos, primos y demás familia.
Pero la etiqueta apenas importaba cuando te plantabas una bolsa de basura por vestido y te lanzabas a la batalla.
El plan inicial era un bautizo de ahí el atuendo improvisado de las dos participantes más guapas (jejeje) modelo camiseta-vestido que causará furor en la próxima colección primavera-verano del Corte Inglés.
Una de las pruebas estrella fue sin duda "Los camareros": conseguir llenar un cubo de agua que había que llenar con jarras llevadas en badeja sobre una sola mano atravesando un plástico bien empapadito de una mezcla explosiva de agua y fairy.

También tuvimos que explotar los globos atados a los pies del equipo contrario (claro, que ellos pretendían lo mismo).
En esta pruba se dió una final apretadísima entre el equipo de los Pandas (al que pertenecía Pedro) y el de las Ardillas (al que pertenecían Irene y mi hermano), finalmente sólo quedaron Pedro e Irene.
La cara de Irene al vencer a su padre y que todo el mundo la levantara en volandas no tenía precio.

Las sillas cooperativas: como el típico juego de las sillas musicales pero sin eliminar a nadie, se eliminan las sillas y todos deben subirse a las que queden sin tocar el suelo.
En esta foto podéis observar el momento "nos hemos cargado la silla".

También tuvimos la prueba de arrastre que consistía en remolcar una segadora pero de las de tamaño familiar. (Si, aqui en el norte somos así de burros).

Y por último ya desmadre generalizado, enchufe de manguera a todo bicho viviente que aún continuara seco, cubos de agua, los niños revolcándose en jabón...




Una tarde de esas que se te quedan grabadas en la memoria por mucho tiempo.