Hoy teníamos en el cole una charla sobre Roald Dahl, uno de mis escritores favoritos. Recuerdo vivamente la “fama” que tenía en mi clase (allá por quinto de EGB) el libro de “Charlie y la fábrica de chocolate”, se corrió la voz entre todos de aquel libro “estaba genial” y todos queríamos cogerle de la biblioteca a la vez. Después de devorarle lo comentábamos en clase (y eso que no estaba la peli... menos mal).
Cuando hace unos años salió la película de Tim Burton y releí el libro, me encontré con muchas cosas que no recordaba. Mi mente de adulta (y maestra además) no hacía otra cosa que fijarse en lo cruel y agresivo que era el autor, y que sin duda habría tenido una relación tormentosa con sus padres porque en casi todos sus libros los niños son huérfanos o están al cuidado de unos padres horrorosos (vease Matilda o James y el melocotón gigante y sus malvadas tías, por no hablar de la abuela de “La maravillosa medicina de Jorge” que no tiene desperdicio).
Pero no, hoy en la charla nos comentaba el ponente (Diego Gutierrez del Valle, miembro del equipo peonza y un orador fantástico, nos hizo a todos complices de su pasión por la lectura) que su relación con sus padres fue fabulosa y la explicación a esta agresividad la encontramos en sus propias palabras:
"Considero que los niños son seres semi-civilizados. Al nacer se están por civilizar, cuando llegan a los 12 o 15 años ya se les han enseñado modales: a no comer con los dedos, a ser limpios, a vestirse adecuadamente. Un montón de cosas que en realidad no quieren hacer, que no les gustan. Subconscientemente, los niños odian ser civilizados. Y la gente que les obliga a hacer esas cosas que no les gustan son los padres. Sobre todo la madre. Más adelante son los padres y los maestros. A los niños no les gustan estos adultos y yo uso esto en muchos de mis libros. Se trata de dejar en ridículo a los adultos ¿sabe usted? Es algo inofensivo pero a los niños les encanta."
Así que allí estaba yo con 9 años disfrutando como una enana de sus libros y con treinta y tantos escandalizándome, sin dejarme llevar por su rebeldía e irreverencia y su sentido del humor.
Creo que releeré otra vez esos libros…
miércoles, 20 de febrero de 2008
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5 comentarios:
Ostras! Me acuerdo de leer un libro de Dahl, que era algo como "cuentos por telefono" o algo asi... era un toche y me pesaba un monton, pero tengo el recuerdo de que me encantó... :-)
Nunca deberiamos dejar de leer cuentos.
Es una recopilación de cuentos fabulosa pero son de Gianni Rodari, no de Roald Dahl. A mi me gusta sobre todo la excusa para leer esos cuentos: una niña cuyo padre tenía que estar de viaje seis días a la semana. Esta niña no podía dormirse sin que le contaran un cuento. Y cada noche, su padre la llamaba por teléfono y le explicaba un cuento. Dicen que los cuentos eran tan buenos que hasta los operarios de la telefónica suspendían todas las llamadas para escucharlos.
:) Gracias por el apunte! Mira que confundir a Dahl con el otro! Cabeza la mia!
Los cuentos por teléfono. Dios mío, qué recuerdos tan gratos. Los leí a los doce años, un verano que estuve de vacaciones con mis abuelos en su pueblo.
Para mí, esos relatos han quedado encadenados para siempre a la casa antigua del pueblo y a mis abuelitos.
No hay vuelta atrás: me hago mayor y me pongo nostálgica con estas cosas. Y lo peor es que cada vez me pasa más a menudo...
Por cierto que nunca he leído nada de Roald Dahl, durante mi infancia no cayó nada en mis manos, pero leyendo lo interesante de la conferencia a la que asististe, voy a ver si encuentro algo en la biblioteca y ya te contaré. Me ha parecido que merece la pena.
La verdad es que con los libros pasa una cosa: por mucho que te gusten, es imposible leerlos todos.
¿A ti no te pasa que tienes un montón en casa esperando a ser leídos? Una vez leí en alguna entrevista a alguien que decía algo así como "Una buena biblioteca es un proyecto de lectura". Y es cierto. Yo tengo una biblioteca enorme, y modestamente creo que con títulos bastante jugosos, desde clásicos hasta modernos, pero desgraciadamente no he leído todo lo que tengo y sin embargo sigo consiguiendo nuevos ejemplares que me apetece leer. Y leo. Vaya si leo, pero tengo más de lo que puedo leer. Desde luego, no sé si mi biblioteca es buena, pero tengo muy claro que es "un proyecto de lectura".
Que bonita frase Amaia, "Una buena biblioteca es un proyecto de lectura", me la apunto. En tal caso tengo una gran biblioteca, y qué bueno es tener siempre ese libro en la recámara, esperando a ser leido.
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